foto: Olé |
Alegría. Alegría porque se ganó. Alegría por cómo se ganó. Alegría por lo vivido adentro y fuera de la cancha. Antes, durante y después.
En un marco impactante y en un partido que necesariamente debe ser una inflexión para ambos, Racing venció por dos a cero a Independiente con una clarísima e indiscutible superioridad (no sólo en lo futbolístico, sino en la personalidad con la que se salió a la cancha). Un gran resultado para un clásico y por cómo venía el equipo, pero del que también hay que destacar la forma en que se jugó y la convicción de un equipo que, ante los discursos facilistas del “hay que ganar como sea”, volvió apostar por el buen fútbol y la mentalidad ofensiva.
El desarrollo del partido
Antes que nada, habría que resaltar que fue un gran partido de fútbol, que los hinchas de otros clubes deben haber disfrutado, luego de tanta promesas de buen fútbol que terminan desilusionando (para no ir muy lejos, a la misma hora, jugaban el derby español, que según Victor Hugo fue un bodrio).
La primera sensación puede ser Independiente entró mejor; pero hay que decir que esas jugadas de peligro de los primeros 20, 25 minutos fueron fruto de regalos de la defensa de Racing y sus errores que ya son costumbre, no hubo jugadas de real peligro, salvo un cabezazo en el palo (de Lugüercio) y la potencialidad de tiros de media distancia.
En la primera jugada del partido, Assman se tomó varios minutos para sacar, eso muestra a qué salieron ellos; mientras que Fernández, con los errores que pudo tener, ene se primer tiempo intentó salir rápido.
Pero enseguida Yacob y Toranzo empezaron a jugar y, como debe pasar, con ellos todo Racing. Así, Hauche por un costado y Luguercio por el otro le hicieron enorme el ancho de la cancha a una defensa de Independiente que se mostraba vulnerable; muy buena tarea de Pillud subiendo por su banda.
Así Racing se fue quedando con el control de la pelota y empezó a generar jugadas de peligro, poniéndose cada vez más cerca del gol.
Me pareció muy correcta la respuesta del Turco ante una pregunta de un periodista (¿partidario?, o mejor dicho ¿reconocido partidario?) que le señalaba si no habían podido aprovechar esos 25 minutos donde parecieron mas y él lo cortó y con criterio le dijo que si bien arrancaron bien, enseguida Yacob agarro la pelota y ellos no pudieron jugar más.
En un minuto clave, a los 43 minutos, justo antes de ir al vestuario, el local se logró el primer gol con una asistencia exquisita de Teo a Hauche.
En el segundo tiempo se profundizó el desarrollo del final del primero, Independiente no pateó al arco y Racing comenzó a jugar cada vez mejor; hay que resaltar la decisión de Russo de no sacar un punta para poner un cinco, que para muchos sería una garantía para “cuidar el resultado” y “cerrar el partido”.
Era un partido para golear. Para hacer historia. Pero somos Racing. Hubo 40 minutos en los que el equipo pudo haber marcado uno o más goles, pero estos no llegaban, los delanteros y los volantes se equivocaban y desperdiciaban chances claras (como el mano a mano de Lugüercio, que llegó cómodo, con espacio y tiempo para pensar) o que directamente sólo se explican por la maldición que tenemos encima (como el cabezazo perfecto de Teo de pique al suelo o la de Licht que amaga, Assman apoya la famosa rodilla en tierra y luego al picarla se la ataja con una mano).
Entonces, estábamos en una situación donde teníamos el control de la pelota, las situaciones, todo; éramos claramente superiores a Independiente, pero sólo estábamos un gol arriba y, mientras más errábamos, más aparecían los fantasmas. Una jugada que quedaba sucia, una jugada más o menos de Mareque, un tiro de media distancia de Pellerano, un gol con la nuca de Parra y se quedaban con un empate y nos margaban un día que debía ser nuestro.
Hasta que faltando cinco minutos, el delantero colombiano marcó el segundo y trajo una tranquilidad y una alegría que nos durará varias semanas.
El árbitro
Como también es costumbre, me siento obligado a referirme a la actuación del árbitro.
Primero, una consideración sobre lo que se habló toda la semana (instalado por Independiente) y lo que terminó sucediendo el sábado: ha quedado claro que un árbitro puede haber llegado a jugar en la reserva de un club, haber viajado a una pretemporada con el plantel profesional, se el goleador histórico de las inferiores, ser socio de un club, pertenecer a una familia que siempre participó en la vida política de un club, incluso llegando a ser nieto de un ex presidente; pero si vos dirigís al equipo de Grondona sabés muy bien para qué lado cobrar.
Algo que se vio en una gran paradoja que se vio en el partido: pegaban ellos pero nos amonestaban a nosotros.
Entre la gran cantidad de amarillas gratuitas para Racing, hay que Patricio Lousteau se mostró muy valiente para amonestar al pibe Viola, pero tardo 40 minutos para hacerlo con Silvera, que cometió un gran número de faltas que exigían su primera amarilla y, eventualmente, su segunda.
Mientras más crecía el juego de Racing y más se desprotegían en el fondo, el golpe de atrás (y siendo consciente que no nunca iba a llegar a la pelota) fue el recurso que elegía Independiente para cortar los ataque de Racing, sobre todo por la banda izquierda, cuando Encaraban Toranzo, Licht, Lugüercio.
Nada hay para objetar de la expulsión de Licht, salvo insistir con el pedido de serenidad. ¿Cómo te podés hacer echar ganando dos a cero un clásico y jugando en el nivel que estaba, cerca de convertir un gol?
También reincidimos en la cantidad de amonestados. Si bien se puede pensar que con la cantidad de jugadores con cuatro (o nueve) amarillas que teníamos “la sacamos barata”, pero también hay que ver que ahora son más los que se acercan a la penalización.
Concluyendo
Quería cerrar estas ideas con una especie de balance de lo que dejó el partido y lo que podría venir.
Es un llamativo como pasamos (y me estoy incluyendo, no hablo como si lo mirara de afuera) de la desazón total, de pensar que ya estábamos fuera de todo a volver a recuperar la esperanza y pensar que se pueden hacer cosas grandes. La victoria en el clásico, junto con algunos resultados de la fecha (los empates de Vélez, Estudiates y San Lorenzo) y la fragilidad que muestra el puntero, nos volvieron a poner en carrera.
Para eso son clave los próximos dos partidos, ganables ambos: con un Argentinso que tendrá la cabeza en el cierre de su grupo por la Copa y River, que no es más que Racing.
Para lograr estos dos resultados hay que corregir errores, sobre todo en defensa donde sigue habiendo distracciones, errores de criterio y un arquero que, como ya hemos comentado, le duelen mucho los centro pasados (casi tanto como al arquerito de Boca).
Si bien suena repetitivo, hay que cuidarse de las amarillas, las expulsiones gratuitas; no puede ser que cada fecha nos falte un titular y quien entra obligue a modificar el equipo.
Otro punto a corregir: no podemos errar todo lo que erramos
Pero lo primero que hay que hacer es repetir el nivel de jugo que se mostró en el segundo tiempo. Ese de Olimpo, Colón y un rato largo contra Lanús. De la mano de un Toranzo que es cada vez más crack, que junto con Yacob hacen jugar a todo Racing, permiten la subido de los laterales que lastiman y habilitan a delanteros (sobre todo Hauche y Teófilo) que son muy rápidos e inteligentes, aunque hay momentos que el colombiano se olvida que se juega con offside.
De todo lo que leí entre la noche del sábado y hoy (me devoré todo) lo que más disfruté fue escuchar a los jugadores hablar de esa convicción que tenían por cómo deben jugar, más allá de estos últimos partidos.
Para los jugadores, para Russo y espero que, tras el clásico, para todos los hinchas el camino parece claro. Rompamos con los discursos de que el equipo queda desguarnecido, de que hay que sacar un punta; agarremos la pelota, tengámosla todo el partido, ataquemos con con tres delanteros, laterales que lleguen, con Toranzo y Yacob. Somos une quipo grande y debemos jugar como tal.
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